– Me gustan tus labios cómodos.
– ¿Cómo que cómodos? –preguntaba yo mirándote deslumbrado.
– Sí, los tienes blandos, gorditos… eso, cómodos.
En esos momentos era cuando te abrazaba de nuevo y los volvía a hundir sintiendo como se mezclaban con los tuyos en un beso tierno, confortable, infinito. Y de ahí nos sumergíamos entre los cojines del sofá esponjoso o llegábamos acariciándonos lentamente hasta el colchón y nos perdíamos entre las almohadas, para abandonarnos entre las blancas ondas que nos envolvían.
Recuerdo que me encantaba camuflar mi cara entre tus senos suaves, y nos reíamos rememorando aquella escena de Amarcord, para continuar tú a emularla conmigo escondiendo tu cara sobre mi abdomen hinchado o posabas tu mano sobre mi ombligo para demostrar lo elástico y flexible que era, “como un muelle”.
Luego llegaban las caricias tiernas, esponjosas, livianas, lentas, muy lentas, que terminaban con la unión dulce que nos colmaba de placer.
Y como en una nube, los dos tumbados y semihundidos por la elasticidad, volvíamos al contacto mutuo. Yo acariciando tus senos, tú presionando mi ombligo, hasta que nos invadía el deseo de un beso infinito sobre mis labios cómodos.
Texto: Esperanza Castro
Imagen: Pixabay
Delicioso querida amiga, absolutamente sublime. Susurrante en mis oídos…
Muchísimas gracias, súper flor.
Lo he redescubrimiento hace poco. Lo volví a leer y lo corregí acomodándolo a lo que ahora sé y siento.
Un besazo
Me ha encantado. Destila sensualidad y le transporta a uno a un lugar íntimo compartido.
Muchísimas gracias, Rafa, por tu comentario. Me anima a seguir.
Besotes
Cuando estaba leyendo tú relato enseguida me ha venido a la mente otro relato tuyo de tú libro, La única mesa que da a la calle, el relato se titula A oscuras. Ambos son sensuales, intimos…que me trasladan hacía ese estado del que nunca me marcharía.
Gracias amada Espe por compartir.
Mil gracias, Rafa.
Ciertamente ambos son muy íntimos.
No se me había ocurrido relacionarlos.
Un besazo