Descubrí recientemente la Biodanza a través de una amiga que llevaba practicándola durante varios años. A pesar del escaso tiempo que llevo practicando, se ha convertido en un hábito que está proporcionándome la capacidad de escuchar a mi cuerpo, de autorregular mi estado físico y emocional y de establecer un contacto para con los demás más amable, más humano y sincronizado.
Todo ello, para mi sorpresa, de manera muy natural y a través de la danza y del abandono de la palabra. Conocer a Esperanza ha sido una muy afortunada casualidad, ya que a través de su facilitación mi adaptación al grupo ha sido progresiva y muy satisfactoria.