HUÉRFANA
“Cierra los ojos y haz volar tu imaginación hasta un lugar donde te encuentres en paz”.
Esta petición la he escuchado varias veces y todas, absolutamente todas, mi mente ha volado hacia el lugar en que ahora mismo me encuentro: la casa familiar en A Lagoa, municipio de Bergondo, A Coruña.
Aquí llevo más de diez días y es donde, efectivamente, comencé a palpar, al principio de forma tímida, ahora cada vez más segura, la palabra PAZ.
Esta casa me devuelve a mi centro, me regula, me insufla de nuevo confianza. Y no es porque sea un lugar especialmente silencioso, pues tenemos césped que hay que cortar en los momentos menos propicios (y el vecino también); una perra nerviosa y ladradora; y una madre “con poco nivel de audición” (por no decir otra cosa) que habla a gritos.
Sin embargo, es mi lugar de refugio, quizá, porque también fue el de él. Esta casa fue el sueño de mi padre y su amparo sin duda alguna. Pasaba por una crisis que le trajo muchísimo dolor (y que arrastró a los demás miembros de la familia), y se salvó dejando Madrid y trasladándose hasta aquí a depositar su ilusión y esperanzas.
Entre estas paredes y su jardín con sus flores, su magnolio y su camelio, su membrillo y limonero, y hasta con esa palmera que no sabemos muy bien qué pinta ahí, lo siento más cerca.
En el garaje sigue su coche, que ya no funciona después de veinte años y que tendremos que pagar para que lo desguacen; en el desván su cesta de pescador y su caña, las botas altas con la que se metía en el río para capturar algunas truchas; en el salón los recuerdos de sus viajes con mamá en forma de souvenir.
Sin embargo, no son los objetos lo que más me lo recuerdan y sí el aroma de las maderas, el canto de los pájaros a la hora de la siesta (exactamente esta en la que escribo) y el olor de la ría a donde fueron a nadar sus cenizas.
Su marcha (como dije, hace veinte años) no interrumpió nuestros diálogos, pues sigo contándole cosas que no hace falta que le cuente (aunque yo, cabezota, insisto en acudir a él cuando algo me angustia muchísimo).
Como ya he comentado por aquí, esta pandemia (que, aseguro, él hubiera llevado fatal) me ha hecho transitar por muchos estados emocionales incluido el de “sentirme huérfana”.
¿Cincuenta y seis tacos y te sientes huérfana? ¡Pues ya te vale, monina!
Y sí, no sólo me he sentido huérfana de mi padre, sino que también me he sentido y sigo sintiéndome huérfana de mi trabajo, ese que, ¡por fin!, había podido hacer coincidir con mi pasión, la biodanza.
Me siento huérfana de besos, de caricias, de contacto. Huérfana de la alegría y de la vitalidad que me caracteriza, del momento sublime de la creación de una sesión, del subidón de encontrarme con mis alumnos, de la satisfacción del trabajo pleno de sentido al volver a casa los martes por la noche.
Comenté que estoy encontrando mi paz y es completamente cierto, pero no volveré a sentirme completa hasta que no retorne a facilitar (antes o después, lo haré).
Cuando llegue ese momento soñado, gritaré de felicidad y, por supuesto, también se lo contaré a él.
Texto e imagen (la vista desde mi ventana): Esperanza Castro
Esperanza, leí tus cuentos y en todos ellos he encontrado sencillez, frescura, sutileza y paz. En «Desescalándome» sentí compartires comunes e incluso un camino hacia la otredad. En «Irremplazable Presencia, un canto a la esperanza , aunque yo sienta que esa distopía nos amenaza con insistencia. En «Viruta de Hierro a un Imán» encontré una personificación mágica del amor.
Pero en este último «Huerfana » siento que la tierra y el cielo se unen para honrar la vida, una vida que pertenece a tus ancestros y sin duda, no solo esa palmera de la que hablas sino las dos palmeras que están entre tu ventana y la inmensidad del mar, velan tu vida y la de todos los seres queridos de tu padre.
Muchísimas gracias por tu comentario, Carmen.
Como pasa a veces, me has hecho ver cosas que ni yo misma había previsto.
Un placer tu visita, amiga.
Un abrazo enorme
Qué pasada cómo describes lo que sientes. Me quedo con ganas de leer más!!!!
Gracias, Vir!!!
Esta vez me demoré un poco. Espero no tardar tanto para la próxima.
Un beso enorme!!!
Me encanta cómo describes la ausencia, acompañada de presencia de tu padre.
Parece que vuelo hacia allí….gracias por expresar tan bellos sentimientos y contarnos tus momentos ….
Magia y belleza me has hecho sentir.
Muchiiisimas gracias, mi Merce.
Tus palabras me llegan muy dentro por todo lo que me conoces.
Intercambiamos pasiones y eso nos nutre a las dos.
Te quierooo!!!
Joo me ha encantado Esperanza…me he emocionado…me he acordado de mi padre…
Muchas gracias
Gracias a ti, Octavio.
No hay nada para una escritora como saber que has tocado el corazón del lector compartiendo emociones.
Un abrazo inmenso!!!!
Precioso, emocionante…..
Gracias, Car!!!
Estoy muy así… desde que llegué.
Un beso grrrandeee
Me agrada tanta sensibilidad al redactar los sentimientos, los recuerdos y los deseos,♥️♥️♥️
Disfruta cada minuto, cada rincon del idílico lugar!!
Muchas gracias, Javier.
Llevo viviendo en Madrid desde los 5 años, pero mi vínculo con esta tierra está enganchado al corazón.
Aquí me reencuentro siempre.
Un abrazo grande
Me ha emocionado mucho y me ha encantado leer como recuerdas a tu padre.
Y llegará algún día que podremos volver a la normalidad «normal» ni nueva ni vieja …normal . Y volveremos a besarnos, abrazarnos, acariciarnos y en tu caso a danzar…..todo llega en esta vida.
Siiiiiiii, mi querida Mari Carmen. Volveremos!!!!
Y llegará un momento en que lo recordemos como un mal sueño.
Un besoooooo
Entrañable relato, seguro que la gratitud te acompaña. Desde Madrid, mi abrazo y deseos que vuelvas al contacto de la biodanza, mientras tanto,
sigue en plenitud, y tráenos la paz que algunos necesitamos,
un abrazo enorme,
Jess.
Mil gracias, Jess.
Por supuesto que estoy llena de agradecimiento, también por compartirme tú que mis relatos te dan paz (nos retroalimentamos una a otra).
Un abrazo lleno de cariño
Qué suerte tienes de poder sentir esa paz, de conectar con tu centro rodeada de tanta belleza.
Espero que más pronto que tarde puedas llevar a término esa danza con la vida que tanto anhelas.
Preciosas vistas para un precioso relato.
Un besazo
Muchísimas gracias, Mavi querida.
Sí, soy afortunada, lo sé, aunque a veces me olvide, como nos puede pasar a cualquiera.
Yo también comienzo a confiar en que se dé esa danza más pronto que tarde.
Un beso enorme para ti y otro para Jose.
Muy bonito el relato. Siento a mi padre en cada pensamiento, en cada reacción cada vez más parecidas a las suyas. Ojalá pudiera sentir esa paz que tú sientes. Poder oler el mar y trasladarme a todos esos momentos tan maravillosos que he vivido cerca del mar. Un beso.
Todo llegará, querida María Jesús.
Este año es taaannn raro, que lo único que siento que puedo decir que es «como todos los años» son las vistas y las sensaciones que me produce este lugar.
Cada día que pasa me doy más cuenta.
Un beso larrrgo desde aquí
¡Qué bonito lo que escribes! Disfruta mucho de tu casa, de tu tierra, y de esos preciosos recuerdos.
Gracias, Silvia.
La verdad es que estamos bien aquí. Nada de calor y días luminosos esta semana.
Un besoooooooo