Fue de repente. En Navidad encontré a mi Reina vital, parlanchina, ocurrente, la misma Reina que conocía desde que había nacido y la que tanto me había hecho reír. Tres meses después besé a una anciana.
Yo había seguido paso a paso en la distancia su desconcierto, sus exámenes médicos fallidos, el sufrimiento atroz de no saber qué está pasando, por qué le cuesta la palabra, por qué su habla no es la campanilla de siempre, por qué cada acceso de tos puede ser el último.
Por fin llegó el diagnóstico y todos mandamos a Dios al carajo.
La vejez la tomó por sorpresa. No le tocaba. Aún faltaban años para los huesos húmedos, el lento andar, el comer nada, el dormir menos.
Entré a visitarla muerta de miedo. Ella, tranquila y vieja en un instante; yo la que latía, la que soñaba imposibles, la que rezaba a un Dios en el que no creía.
Ya no quedaban en la habitación más que sus ojos, pues su cuerpo siempre menudo había quedado reducido con anticipación a polvo. Pero allá dentro, en su mirada dolorosa, profunda como solo la poseen los que quieren y no pueden decir algo, estaba ella, todavía Reina.
Hablar, ¿de qué hablar? Hablar para llenar el espacio de palabras, para que el silencio no se adueñe de la habitación, para hacerla reír con nuestras ganas de que nos hiciera ella reír a nosotros. Una pizarrita, torpe forma de comunicación, pero aquel pequeño instrumento nos ayudó a pasar los minutos… ¿Cuántos? No sé… una larga y tortuosa eternidad.
Charlamos como si no estuviese pasando nada, como si el mes siguiente nos fuéramos a encontrar otra vez frente a la ría, entre bromas, risas, recuerdos grabados.
Dibujó con sus labios un «te quiero», aferró mis manos con desesperación y depositó temblorosa en una de ellas un trozo de papel.
Al salir, con la visión nublada, abrí mi puño y desplegué su nota: “La consagración de la primavera”. La que fue ya su última y definitiva recomendación literaria.
Texto: Esperanza Castro
Imagen: Esperanza Castro
aaaayyyyy madre…..esas dos últimas frases…..tan pocas palabras y menudo nudito se pone y el ojo aguado….
muy bonito, gracias Esperanza!! Muaks
Gracias, Car.
La verdad es que lo tenía olvidado y cuando lo encontré el otro día… Snifff.
Un beso grande
Un texto muy tierno y dulce. A la vez tan triste…
Es verdad, Silvia.
Creo que lo enterré en mi subconsciente. La tristeza que produce.
Pero lo encontré y me emocionó.
Gracias por tu comentario.
Un beso grande